Régimen de Excepción: la paz recobrada y las obras pendientes en Valle Verde y Popotlán
Los residentes celebran la seguridad recuperada tras tres años del régimen de excepción, mientras luchan contra la escasez de agua y la falta de servicios básicos que siempre han mermado su calidad de vida.

Abr 26, 2025- 06:00
El Régimen de Excepción en El Salvador, implementado el 27 de marzo de 2022 por el gobierno del presidente Nayib Bukele, ha marcado un antes y un después en la lucha contra las pandillas en el país. A tres años de la implementación, los pobladores de comunidades, que por años habían estado cautivas por la violencia pandilleril, han experimentado un resurgimiento.
Valle Verde y Popotlán son dos urbanizaciones ubicadas en el distrito de Apopa, en San Salvador Este. Ambas comunidades han sido históricamente afectadas por la presencia de pandillas, lo que generó altos índices de violencia y limitó la libertad de sus habitantes.
Hoy pueden transitar por los territorios sin temor a ser asesinados. Antonio (nombre ficticio) recuerda lo difícil que era emprender un negocio en la zona, y describe cómo los pandilleros controlaban todo: "Acá no se podía decir nada; prácticamente, en cada pasaje había pandilleros, porque aquí la Policía no controlaba; los que resolvían eran los mismos pandilleros".
Ahora, asegura que las cosas han cambiado: su trabajo como repartidor ha mejorado y puede entrar a lugares de las mismas colonias a los que antes no podía acceder.
Durante muchos años, Valle Verde y Popotlán fueron notorias por la fuerte presencia de pandillas, lo que resultó en: altos índices de homicidios y otros delitos violentos, restricciones a la libertad de movimiento de los residentes, un ambiente de miedo y desconfianza.

De la infinidad de muertos que este territorio presenció, solo queda el recuerdo. Niñas y niños, adolescentes, hombres, mujeres, comerciantes, motoristas, maestros son algunas de las víctimas que dejaron esos años.En la zona habitan las tres pandillas: La MS, la pandilla 18 revolucionarios y la 18 Sureños divididos por fronteras en el mismo territorio
Muchos huyeron en los éxodos provocados por las amenazas de las maras, y tras tres años han vuelto.
Jorge Hernández es uno de los muchos salvadoreños que tuvo que irse después de que la muerte casi le tocará a su puerta. Uno de sus vecinos fue asesinado afuera de su casa, junto a un pandillero.
Hoy, él y su esposa, tienen un local de venta de comida mexicana: tortas, burritos y hasta servicio a domicilio para quienes hacen pedidos. Jorge asegura que regresar a su casa es algo que agradece mucho.
Un habitante de la zona recuerda cómo, en aquellos años, había pasajes que eran conocidos como "pasajes fantasmas", ya que los pandilleros sacaban a la gente de sus casas. Hoy, no existen casas deshabitadas; todas han sido recuperadas o vendidas, lo que ha elevado el costo de las viviendas en la zona.
Pero Valle Verde no solo se caracterizaba por la violencia; la falta de agua es un problema que aqueja a muchos de sus habitantes y que, hasta la fecha, no ha sido resuelto.
En la parte alta de los pasajes, literalmente, las familias se ven obligadas a succionar con la boca las válvulas o mangueras para obtener un poco de agua.
El servicio, resaltaron, lo presta una empresa privada, pero, debido a los altos costos y a la deficiencia, las familias han comprado de forma independiente bombas eléctricas para sacar el líquido de las tuberías. Asimismo, han pedido la intervención de ANDA para que se les garantice el acceso al agua.

El problema es tan difícil, sostienen, que incluso la poca agua que les llega es reutilizada. "Antes, el pretexto era que, por el tema de las pandillas y la usurpación de las viviendas, no resolvían el tema del agua; ahora, ya tres años del régimen, y siempre estamos en el olvido, solo se acuerdan cuando son elecciones", añade Carmen Hernández, quien vive acá desde hace más de 30 años, desde que inició el proyecto habitacional.
La situación de la basura en Valle Verde y Popotlán, al igual que en otras zonas del municipio de Apopa, ha sido un problema recurrente que ha afectado la calidad de vida de sus habitantes.
Se han reportado acumulaciones significativas de basura en calles y espacios públicos, generando focos de contaminación y riesgos para la salud. Esta situación se ha agravado, en ocasiones, por la falta de regularidad en la recolección de desechos.

Los residentes han denunciado desde siempre, y aunque la salubridad de un lugar no es una determinante sobre el grado de violencia que puede existir en un barrio, sí afecta la autoestima de sus habitantes al sentirse olvidados y desatendidos por las autoridades, por no recibir servicios por los que los ciudadanos pagan impuestos, no son de gratis.
A pesar de la mejora en la seguridad, algunas calles aún presentan deterioro, con baches, falta de pavimentación y problemas de drenaje. Durante la temporada de lluvias, algunas zonas se inundan, lo que dificulta el tránsito y causa daños a las viviendas.
Se requiere un mantenimiento constante de las calles para evitar su deterioro y garantizar la seguridad de los peatones y conductores, pero los habitantes de las colonias no perciben un interés por parte de las autoridades por resolver los problemas que los aquejan.

En algunos casos, se han reportado problemas con las tuberías de aguas negras, lo que genera malos olores y focos de contaminación en las calles. "Ahora, ya no nos vamos a morir por la violencia, sino por la contaminación que generan esas aguas acumuladas", comenta Antonio, preocupado por la falta de interés en solucionar los problemas de la comunidad.
Si bien la seguridad y la movilidad han mejorado significativamente en Valle Verde y Popotlán, aún existen desafíos en cuanto a la infraestructura vial que requieren atención por parte de las autoridades locales.
Para Zulma Orantes, los problemas de la comunidad son un reflejo del país: "Nosotros no podemos quejarnos de la seguridad, estamos bien, pero también ahora esperamos que resuelvan otros problemas que también son importantes", menciona.
En Valle Verde y Popotlán se respira paz, porque ya las pandillas no están a la vista, pero hay espacios de esparcimiento que no se pueden visitar.

Según los habitantes, hay dos canchas que están cerradas: "con el pretexto de que las iban a arreglar, las cerraron y, hasta la fecha, ya van más de cinco meses que no se aparecen trabajadores y han quedado ahí sin que nadie les meta mano", comenta Zulma.
Muchos de los jóvenes hoy pueden sentirse seguros pero no hay espacios donde se puedan divertir.
"Antes no salíamos por los bichos, ahora que ya está seguro, cerraron la cancha", comenta Esteban, quien a sus 15 años lamenta no poder usar el espacio para practicar deporte.
La falta de acceso a servicios básicos como el agua potable y la recolección de basura, así como el deterioro de la infraestructura, son problemas que requieren atención urgente por parte de las autoridades para asegurar un desarrollo sano de las comunidades.
La esperanza de los residentes es que, ahora que la violencia pandilleril ha disminuido, se prioricen estas necesidades fundamentales para lograr una calidad de vida plena y sostenible. Para sus habitantes el futuro de estas comunidades depende de un equilibrio entre la seguridad y el bienestar integral.